Real Cofradía Nuestra Señora de la Soledad y Santa Vera Cruz de Avilés

Nuestra historia

Nuestra Cofradía está fundada y tiene su origen en 1683 con el nombre de Ánimas de Nuestra Señora de la Soledad y del Santo Cristo, en la Iglesia parroquial de Santo Tomás de Cantorbery, siendo cura de dicha parroquia D. Manuel Martínez, que junto con los presbíteros y el diácono se reunieron en "la capilla y santuario de el Santo Xto. y Nuestra Señora de la Soledad, con ánimo de frecuentar y venerar dichas imágenes", según está escrito en el libro de la Real Cofradía, que figura en el Archivo Parroquial de Santo Tomás.

Acordaron celebrar unas misas todos los viernes del año y admitir a "algunos fieles seculares movidos del servicio de Dios, hasta el número completo de ciento o más si convengan", así como hacer tres procesiones, "las dos de ellas con la imagen del Santo Christo, que la primera ha de ser primero viernes de Cuaresma por la mañana, la cual ha de salir de dicha capilla y andar por donde acostumbran las demás procesiones hasta volver a la dicha iglesia y poner dicha imagen con la de mayor decencia que se pueda", las otras dos son con la imagen de La Soledad el Viernes Santo por la noche y el Sábado Santo por la mañana.

 

La Cofradía tendría dos consiliarios además del rector eclesiástico, que podía ser el párroco de Santo Tomás, y un mayordomo lego "que sirva a la cofradía" y cuya elección debía hacerse el domingo de Pascua de cada año y de entre todos los hermanos cofrades. Se asignaban las obligaciones del mayordomo, así como la de los eclesiásticos y seglares, como eran la de asistir a las misas oficiadas a favor de los difuntos de la cofradía todos los viernes del año, y "a todas las juntas" que se hicieran cuando fueren avisados, estableciéndose unas penas o multas por no asistir a dichos actos.

 

Estas capitulaciones, tras ser leídas a los cofrades allí presentes y una vez dadas por buenas, fueron remitidas en dicho año de 1683 para que fuesen sometidas a la aprobación del Obispo de Oviedo, por entonces el Sr. D. Fray Simón García Pedrejón. Fue aprobada canónicamente el 11 de febrero de 1684.

 

Fue elegido el primer Mayordomo de la Cofradía D. Juan de Ponte Falcón; figuran en el libro las primeras cuentas que ya corresponden al año de 1685 siendo el "cargo de platillo de todo el año, 103 reales y 5 maravedís".

 

Salió por primera vez a la calle el Viernes Santo de 1685, habiéndose acordado que los cofrades habían de llevar la imagen de la Soledad y "cuatro túnicas habiéndolas, si no con la mayor decencia posible, acordándose también que el mayordomo haya de comprar una trompeta". La Cofradía participaba de otras festividades religiosas además de las propias de la Semana Santa, así en la de los Dolores de Nuestra Señora y otras.

 

En el año 1694 ya había 110 cofrades, lo cual da la fe de la devoción que extendió a la Virgen de la Soledad en aquella época. Esta Cofradía pervivió hasta el año 1773, fecha en que acaba el libro al que se hace referencia, pero existen razones para suponer que siguió existiendo como tal durante bastantes años dada cuenta del arraigo de la devoción y la tradición que llevó a restaurar esta Cofradía.

 

En base a este origen se funda en 1953, la conocida como Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad y de la Santa Vera Cruz. Gracias en parte al impulso del entonces párroco de Santo Tomás, Don Mateo Valdueza.

Su primer Hermano Mayor sería Don José Ramón Arias Rodríguez del Valle, que sería encargado de ir en persona junto a otros miembros a recoger y traer a su villa de Avilés el trozo de la Reliquia de la Santa Cruz "Lignum Crucis", que se venera en Santo Toribio de Liébana y que, merced a las instancias del Obispo de Oviedo Don Javier Lauzurica y Torralba al entonces Obispo de Astorga, consiguieron que la Reliquia de la Cruz de Cristo esté en nuestra querida Parroquia de Santo Tomás. Contaba la Cofradía en esta época con 327 miembros, 77 hombres y 250 mujeres.

Tras muchos años al frente de la Hermandad, Don José Ramón cede su cargo a Don José Ramón Rumoroso en el año 1976, que consigue con una Junta de Gobierno bien nutrida dar un impulso tras varios años de decadencia, incorporando nuevos cofrades a la misma. Una de las primeras medidas que adoptó esta Junta fue recuperar que los cofrades procesionaran con el hábito reglamentario, ya que esta costumbre se había perdido durante los años 71 al 75 en los que se procesionaba con traje de calle. Se recupera también la tradición de que las cofrades femeninas acompañasen el Paso de la Virgen ataviadas con la clásica mantilla española y de riguroso luto.

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